El expresidente continúa con sus mentiras sobre la elección de 2020 mientras se enfrenta a cargos penales por internar revertir la voluntad del electorado, para lograr un segundo mandato.
Una acusación federal y otra estatal en Georgia por haber mentido sobre las elecciones de 2020 para revertir la victoria de Joe Biden no fueron suficientes para detener la vorágine de mentiras de Trump y sus seguidores.
Tan solo dos días después de la acusación en Georgia, uno de sus simpatizantes más fervorosos subió al escenario en una conferencia en Missouri para seguir difundiendo datos falsos sobre la elección. Mike Lindell, el dueño de la empresa MyPillow y un firme defensor del mito de que las elecciones presidenciales de 2020 fueron un robo, inauguró el evento sobre presuntos delitos electorales con un video sobre fraude.
En la grabación de noviembre de 2020, supuestamente, se podía ver a una trabajadora electoral del condado de Fulton (Georgia) sacando un maletín con votos de debajo de un escritorio para añadirlos al recuento sin que nadie lo notara.
Según se comprobó, Ruby Freeman, quien aparece en el video, solo hacía su trabajo: sacaba un contenedor del gobierno lleno de votos reales que debían contabilizarse. Los votos de la elección en Georgia se contabilizaron tres veces, incluso una vez de forma manual, lo que confirmó tanto el recuento como la precisión de los resultados.
A pesar de esto, Trump y sus seguidores acusaron a Freeman y a su hija, con quien trabajó en la oficina electoral esa noche, de entregarle la elección a Biden. Incluso, las compararon con narcotraficantes y las llenaron de amenazas.
Las mujeres declararon ante el comité del Congreso el 6 de enero sobre su calvario y demandaron a varios simpatizantes de Trump por difamación, entre ellos al exalcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani. Las mentiras sobre ellas son una parte central de la acusación que se presentó la semana pasada contra Trump y sus seguidores, por una presunta conspiración para difundir datos falsos y robar las elecciones de Georgia.
Pero eso no fue todo. Durante la conferencia, antes de presentar el video, Lindell afirmó que “no es una cuestión de tener evidencia” e intentó generar el ambiente de diciembre de 2020, momento en el que Trump cuestionaba los resultados de las elecciones para mantenerse en el poder. La grabación anónima, plagada de informes llenos de cólera sobre otras “anomalías” electorales, comienza con la frase “son datos puros”.
“Nunca olvidé ese video”, aseguró Lindell.
Tampoco lo ha hecho el electorado republicano. Si bien las acusaciones de Trump han sido desmentidas en repetidas ocasiones, a menudo por sus propios asesores, han tenido mucha repercusión en su partido. Según una encuesta de The Associated Press de la semana pasada, el 57 % de los republicanos no consideraba a Biden un presidente electo de manera legítima.
En el escrito de Georgia, que consta de 98 páginas, se enumeran distintas acusaciones falsas hechas por Trump que fueron rápidamente desmentidas por sus pares republicanos, el secretario de Estado de Georgia, Brad Raffensperger, y el gobernador Brian Kemp. Pese a ello, Trump insiste hasta la fecha en que le robaron las elecciones y continúa con las mentiras.
Después de recibir la acusación estatal, prometió que convocaría una conferencia de prensa esta semana para revelar un informe que, según él, demostraría el robo de las elecciones de Georgia. Sin embargo, el jueves dio marcha atrás con su promesa y aseguró que sus abogados lo utilizarían para exponer sus argumentos en una presentación legal.
El sábado, publicó en Truth Social: “¿De verdad alguien cree que perdí en Georgia? YO NO”.
Repetir esto una y otra vez, incluso cuando se demostró varias veces que carece de fundamento, le permite a Trump no solo asegurarse de que sus fieles seguidores sigan enardecidos, sino también dominar el debate y obligar a otras personas a volver a litigar sobre las elecciones de 2020, según sus propias condiciones.
En la Feria Estatal de Iowa, donde estaba haciendo campaña para la designación del candidato presidencial de ese estado para el año que viene, Trump volvió a afirmar que las elecciones de 2020 estuvieron «arregladas». A la expectativa de la acusación de Georgia, el personal de campaña de Trump emitió un comunicado hace una semana, donde se aseguraba que los fiscales estaban «quitándole al presidente Trump el derecho a la libertad de expresión que le otorga la Primera Enmienda, así como el derecho a cuestionar el arreglo y robo de las elecciones, algo que están acostumbrados a hacer los demócratas”.
Sus abogados han defendido sus acciones y aseguran que el expresidente cree, sinceramente, que el fraude le costó la reelección.
Lee McIntyre, investigador de la Universidad de Boston, señaló que muchos de los seguidores de Trump ya no ven a los demás estadounidenses como una oposición legítima, sino como un enemigo. «Esto es estratégico», dijo McIntyre. «Esto no es un error. Alguien se está beneficiando de esto política, ideológica o financieramente, y sabemos que es Trump».
El fenómeno conocido como «polarización afectiva” ha provocado un aumento de la violencia y la desestabilización política en otras naciones. Este mes, agentes del FBI le dispararon e hirieron de muerte a un hombre armado de Utah que había amenazado con asesinar a Biden y que se había referido a sí mismo en Internet como un «MAGA Trumper» (forma en la que se denominan los partidarios de Trump del grupo Make America Great Again [Hagamos grande a EE. UU. otra vez]).
«No se trata solo de que la otra parte esté equivocada, sino de que la otra parte es malvada y merece ser castigada, tal vez incluso dañada físicamente», dijo McIntyre. «Ya no se trata de hechos, sino de confianza. Se trata de equipos y de saber de qué lado estás».
Por otro lado, el hecho de continuar con las acusaciones falsas de fraude generalizado en 2020 representa un riesgo político para Trump, lo cual se hizo evidente la semana pasada. Según una misma encuesta, el 57 % de los republicanos no cree que Biden fuese elegido legítimamente, mientras que 7 de cada 10 estadounidenses, en general, consideran que su elección fue válida. Trump tendrá que convencer a parte del electorado si quiere regresar a la Casa Blanca en 2024.
Al retomar las acusaciones falsas sobre las elecciones de 2020, Trump les recuerda a los votantes cómo incluso algunos de sus partidarios más devotos se opusieron a su plan para mantenerse en el poder.
La promesa de Trump de demostrar el robo de las elecciones de Georgia recibió críticas por parte del gobernador estatal Kemp, quien afirmó lo siguiente en X, antes conocida como Twitter: “Las elecciones en Georgia no fueron un robo. En los últimos tres años, ninguna persona que tenga pruebas de fraude se ha presentado, bajo juramento, ni demostrado nada ante un tribunal”.
El vicepresidente de Trump también estuvo de acuerdo.
“A pesar de lo que el presidente y sus seguidores dijeron durante más de dos años y medio, y lo que siguen repitiendo hasta la fecha, las elecciones de Georgia no fueron un robo, y yo no tenía derecho a anularlas el 6 de enero», escribió Mike Pence en la red social X.
En el escrito, se enumeran varias acusaciones públicas de Trump y sus seguidores sobre la elección, las cuales fueron presentadas antes los subcomités de la Legislatura de Georgia, en un último intento de persuadirlos para que sustituyeran los votos de Biden con otros de Trump. También se incluye una demanda que fue desestimada rápidamente.
Algunas de las acusaciones son las siguientes:
Los seguidores de Trump declararon ante los legisladores, en repetidas ocasiones, que 10.315 personas fallecidas votaron en la elección. Sin embargo, cuando los funcionarios de Georgia investigaron, solo identificaron a cuatro.
También afirmaron que una gran cantidad de personas menores de edad se registraron para votar: 66.248, según declaró el abogado de Trump, Ray Stallings, a un comité legislativo el 3 de diciembre de 2020. No obstante, la oficina de Raffensperger aseguró que tales votantes no existen.
Asimismo, mencionaron repetidas veces las grabaciones de Freeman y su hija, mientras que Giuliani dijo que las mujeres, que son negras, se intercambiaron un dispositivo USB como si fuesen “viales de heroína o cocaína”.
En la actualidad, las acusaciones infundadas continúan.
Trump ha dicho que utilizará la película 2000 mulas, producida por un cineasta conservador y ampliamente desacreditada por su análisis erróneo, como parte de su defensa en el juicio. En ella, se alega que hubo una conspiración en Georgia y otros estados en disputa respecto al traslado de votos falsos por correo a las urnas.
Las autoridades de Georgia investigaron a un hombre que aparece en la filmación depositando un presunto voto ilegítimo en una urna, pero tiempo después, se comprobó que esto no fue así: los votos eran legítimos y les pertenecían a sus familiares. En consecuencia, el hombre en cuestión y las autoridades estatales demandaron a los cineastas después de solicitar más pruebas de los supuestos crímenes sin recibir ninguna respuesta.
Los informes de The Associated Press tampoco revelaron problemas generalizados en el uso de las urnas durante las elecciones de 2020.
Tres años después de las elecciones, las afirmaciones de Trump han sido rechazadas por docenas de jueces, incluidos varios magistrados nombrados por él, y su propio fiscal general, en distintas revisiones, auditorías y recuentos en los estados disputados (varios de ellos bajo la supervisión de legisladores republicanos).
Incluso si pierda la apuesta y no resulta vencedor en las elecciones de 2024, Trump y sus falsas declaraciones han dejado una marca en el sistema político de los EE. UU.: hay más polarización y una gran parte del pueblo estadounidense está convencido de que las elecciones y el sistema de justicia no es confiable, según señaló David Becker, director ejecutivo del Centro de Innovación e Investigación Electoral y coautor de La gran verdad, un libro que advierte de los peligros de las mentiras electorales de Trump.
«Lo que da miedo es que quienes impulsan estas mentiras no necesitan lograr que creas que ganó el perdedor», dijo Becker. «Sólo necesitan hacerte creer que nadie gana nunca. Todas las instituciones democráticas que hemos construido a lo largo de 250 años están en peligro».
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